El volante del coche hay que verlo como un gran reloj. Un cronómetro que, como los de pulsera, le han ido creciendo multitud de botones, por todos los lados, incluso por detrás. Las palancas del intermitente y el limpiaparabrisas son rémoras del pasado, porque de un vulgar palo de helado han pasado a convertirse en unas 'alcachofas' multifunción.
Desde el volante se controla todo, menos al nene que llora o a la suegra que discute. Para eso lo mejor es 'aguantoformo'. Sin embargo, cualquier coche moderno tiene un volante multifunción, de cuero, de plástico de madera, pero todos con el airbag. Y de ahí parte la duda sobre cómo sujetarlo.
Hace treinta años, las autoescuelas tenían una teoría. La mejor manera era llevar las manos en la mitad superior del volante, en eso coincidían todos. Los profesores discrepaban sobre cómo posicionar las manos. Unos eran partidarios de ponerlas a las tres menos diez o diez y cuarto, otros a la dos menos cuarto o a las nueve y diez, según se mire. Los menos, muchos menos, a las tres menos cuarto. Vamos, como Alonso y Vettel. Luego llegaron las teorías que defendían poner las manos a las diez y diez. La explicación era sencilla. Para realizar un giro siempre se desplazaba la mano del sentido hacia donde se quería ir a la parte superior, para tirar del volante y la otra se mantenía en su sitio. Sin cruzar los brazos. (Leer más)
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