Con el combustible subiendo sin parar, cada vez es más importante reducir el consumo. Los fabricantes invierten millones con el fin de desarrollar nuevas tecnologías, la DGT modifica las pruebas para obtener el carnet de conducir… sin embargo, nadie se preocupa del principal factor para ahorrar carburante: la actitud del conductor.
Con la energía cada vez más cara (no sólo los combustibles suben; también la factura de la luz), hasta la DGT ha “tomado cartas en el asunto” modificando las pruebas para obtener el permiso de conducir. Por su parte, los fabricantes de automóviles invierten millones en avances tecnológicos que permitan aprovechar al máximo la energía, ya sea mediante complicados sistemas de inyección y propulsores cada vez más eficientes o con dispositivos híbridos.
Pero dicha eficiencia es más una cuestión de educación y de costumbres que tecnológica. De nada me servirá que mi automóvil equipe sistemas que han supuesto millones de euros, kilómetros y litros de combustible durante su desarrollo si como conductor no tengo unos hábitos ahorradores. Las técnicas de conducción económica son importantes para ahorrar en el día a día, pero tienen dos inconvenientes que hacen que no se suelan aplicar, lo que las convierte más en una especie de demagogia que en una solución al problema:
El tráfico actual muchas veces es incompatible con una conducción económica: incorporarse a una vía rápida utilizando marchas largas supone adquirir más papeletas para un accidente que para ahorrar combustible.
Las técnicas de conducción eficiente necesitan de cierta habilidad y conocimientos del vehículo por parte del propietario y, seamos honestos, no son muchos los que muestran soltura en las carreteras o en el tráfico diario. (Seguir leyendo)
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