El sector del automóvil, como cualquier otro ámbito comercial o industrial, no ha tenido otro remedio que adaptarse a los cambios que ha traído consigo la crisis. Desde la caída de volúmenes de venta y producción, al tipo de vehículo que el consumidor demanda y a la vez descarta. Porque, si hace una década era común comprarse un buen coche por el mero hecho de tenerlo, hoy en día solo acuden al concesionario quienes realmente necesitan uno. Y a veces, ni siquiera.
Según un estudio de Allianz, el automóvil está perdiendo importancia como símbolo de posición social. El cada vez mayor precio de los carburantes, lo incómodo del tráfico en las horas punta y, cómo no, el precio, pesan a la hora de decidirse por otras alternativas más asequibles, ya sea a la hora de comprar un vehículo o en el momento de decidir qué medio de transporte usar y cómo hacerlo para satisfacer las necesidades de movilidad.
El carsharing aparece como una de las más incipientes. El alquiler de coche por cortos periodos de tiempo ha doblado su número de usuarios en EEUU en los tres últimos años, superando los 700.000. Se espera que en Europa se llegue a los 5,5 millones para el año 2016, según indica el propio estudio de Allianz. La caída de ventas de automóviles en Europa en los últimos cuatro años demuestra, según la aseguradora, que cada vez más gente en el mundo occidental toma la decisión de no tener un coche en propiedad, ya que servicios como el propio carsharing hacen más fácil el acceso a uno en caso de necesidad puntual.
Una tendencia opuesta a la de los países emergentes, que ganan en poder adquisitivo y en volumen de clase media y provocan una demanda cada vez mayor de automóviles. Y en países como China, los Audi, BMW y Mercedes sí son objeto de deseo y prueba de posición social, también por unos precios ajustados que, por otra parte, investigan las autoridades de competencia chinas. (Seguir leyendo)
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