La localidad Makkinga (Países Bajos), carece de señales de tráfico. Esta población de 1.000 habitantes es la joya de la corona de los proyectos del ingeniero holandés Hans Monderman, que se preguntó durante su vida si el problema del tráfico y los accidentes en las ciudades no sería precisamente un exceso de señalización.
Cuando hay muchas normas, prohibiciones y limitaciones, pensaba Monderman, los conductores y peatones se relajan ante la sensación de seguridad y se sienten menos responsables, lo que provoca muchos accidentes.
Detrás de todo esto hay una filosofía llamada “Espacio compartido”, que busca minimizar las demarcaciones entre el tráfico de coches y el de los peatones, con la eliminación de bordillos de aceras, las señales y otros elementos.
Monderman quería hacer que las ciudades y sus calles fueran también lugares para las personas y no solo para los coches, fomentando esa convivencia haciendo que las fronteras entre espacios desaparezcan.
Esto ha provocado que los conductores hayan pasado a mirarse y comunicarse, poniéndose de acuerdo tranquilos para cederse el paso y ver quién pasa primero. Y los accidentes en la región se han reducido a la mitad.
Por supuesto, es siempre difícil imaginarse en qué se traduciría una situación similar en otros países con otras culturas más irascibles y poco respetuosas o incluso, en ciudades con mucho tráfico.
No solamente en Europa se están planteando modificar la forma de tratar las señales de tráfico. Investigadores del Virginia Tech Transportation Institute están en las primeras etapas de investigación de un proyecto que pretende el uso de señales de tráfico inteligentes capaces de comunicarse con los vehículos.(Información completa)
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