El verano nos ha dejado uno de esos datos que nunca nos gusta escuchar: la siniestralidad en las carreteras españolas ha vuelto a aumentar. Nada menos que 225 personas se han dejado la vida en accidentes de circulación hasta el primero de septiembre, cinco más que en el mismo periodo del año anterior. Y laDirectora General de Tráfico (DGT), María Seguí, está disgustada. Lógico. Como todos, aunque seguro que menos que las familias que han sufrido la tragedia de perder a un ser querido.
María Seguí parece tener muy claro que la responsabilidad principal de este retroceso es de los conductores. Como una buena parte de los accidentes, claro está, se producen en vías secundarias, la DGT tiene como caballo de batalla convencer al Gobierno de la necesidad de reducir la velocidad en estas carreteras de 100 a 90 km/h. Seguí afirma que así “la siniestralidad bajaría de forma indudable”. Totalmente de acuerdo. Y si recuperamos las calesas o, sin más, directamente los viajes a caballo es posible que las víctimas se reduzcan a algún coceado a traición. Así que si ésa es la solución de la responsable del tráfico en nuestro país, la duda que me asalta es saber si la señora Seguí viaja en coche o sus desplazamientos los limita al avión o al tren de alta velocidad. Porque sobre la realidad de nuestras carreteras me parece que anda un poco despistada…
Desde la Dirección General de Tráfico se empeñan en recordarnos a los usuarios de la red viaria (sea en el vehículo que sea) lo mal que hacemos las cosas, que es cierto que son muchas y con demasiada frecuencia. Para ello dedican recursos ingentes en comunicación y publicidad, de modo idéntico que lo hacen para la adquisición de artefactos de todo tipo cada día más sofisticados para el control de los ciudadanos. Quizá no estuviera mal tal inversión si el dinero sobrara, lo que sostengo también es que hacerlo mientras tantas otras carencias son patentessólo puede calificarse como aberración.
Ya digo que imagino que María Seguí va poco por esas carreteras que tantas desgracias provocan porque pasa por alto el pésimo estado de su firme; nadie se preocupa de la conservación de la señalización del tipo que sea, oculta por la vegetación o desaparecida por el deterioro del asfalto; nos aconsejan viajar porautopistas de peaje porque son más seguras (quizá con sus sueldos el precio es lo de menos); los motoristas siguen sufriendo las terribles consecuencias de los guardarrailes asesinos; los controles de velocidad se colocan donde más caja hacen y no en los puntos en que deberían disuadir a los infractores; se permite que sigan circulando vehículos que no deberían hacerlo por su estado; se sanciona lo ridículo y se tolera lo grave; la educación vial es casi una anécdotapara nuestros escolares; la recaudación de multa es prioritaria por encima de la formación o la información…
En fin, que con tanto por hacer lo único que parece preocupar en la DGT es que corramos menos, sin mayores consideraciones y sin asumir su enorme responsabilidad en cada uno de estos dramas que se han producido durante un verano que tantas vidas ha costado y tantas vidas ha cambiado. La demagogia es una de las lacras de la sociedad moderna y en el peliagudo asunto de la seguridad vial cobra tintes esperpénticos. (Artículo de opinión)
Raúl Romojaro. Redactor jefe de Motor Diario AS
www.as.com
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