Un interesante y exhaustivo estudio de la Fundación VINCI Autoroutes, centrado en cómo nos ven nuestros hijos como conductores, arroja conclusiones que no tienen desperdicio. Y es que, así en general, vamos muy sobraditos, pero a veces informes como éste nos dan de bruces con la realidad. Sobre todo cuando viajamos con nuestros pequeños a bordo.
Esencialmente, el análisis se pregunta si la presencia de niños en el vehículo modifica nuestro comportamiento; en cómo perciben los menores la manera de conducir de sus progenitores; y en qué actitud les transmitimos respecto a laseguridad vial.
Pues bien, parece que los niños se sienten seguros en el coche y confían en la manera de conducir de sus padres; les otorgan una nota media de 8/10.
Y eso que el 77% admite superar los límites de velocidad —confirmado por el 65% de los niños—; que el 59% olvida poner el intermitente al girar —constatado por el 59% de los críos—; y que el38% de los padres no para deja pasar a los peatones —observado por el 31% de los niños, que para colmo suelen ser peatones—, justificando que «sus días son complicados y los ritmos de vida, acelerados».
¿Más perlas? Claro: el 81% de los niños constata que sus padres dicen palabrotas cuando conducen; el 44% de los padres confiesa responder al teléfono cuando conduce —el 54% de los niños afirma haberlo constatado—; el 31% de los padres realiza llamadas cuando está al volante —lo asegura el 44% de los niños—; y el 29% de los padres envía o lee mensajes de textocuando conduce.
Recuerda el profesor de cabecera del estudio, Daniel Marcelli, que «el espacio cerrado de un vehículo es un lugar idóneo para el diálogo entre padres e hijos. Comentar la forma de conducir, el Código de Circulación, las señales de tráfico… Todo eso interesa a los niños, centra su atención y hace que se alboroten menos. Yendo así aprenden encantados las normas para conducir bien. Pero si los padres insultan a otros conductores, el niño aprende que en carretera el peligro son los demás, cuando el riesgo principal es uno mismo. El exceso de autoconfianza es un malvado factor bien identificado».
Además, a partir de los 12 años, cuando los adolescentes empiezan a comparar su punto de vista con el de sus padres, pueden oponerse a las prácticas de estos. Según Marcelli «las cosas cambian en esta etapa, cuando las críticas aparecen hasta en el coche. Es entonces cuando empiezan a fijarse más en cómo conducen los padres».
Al menos, el estudio concluye que ponerse el cinturón de seguridad es uno de los comportamientos mejor asimilados. Y eso que el 22% de los padresno comprueba si sus hijos lo han hecho —el 27% de los menores se da cuenta de ello— y que el 11% de los progenitores admite que no se lo coloca en trayectos cortos. Ojo, semejante negligencia costó la vida en 2014 al 34% de los pasajeros traseros fallecidos en accidente. (Información)
www.abc.es
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