La sangre. ¡Ay, la sangre! Cuanto aparece, es como Sevilla: adquiere un color especial. Una tonalidad extraña. Similar al kétchup que nos endiñan los del McDonald’s. Y casi siempre acaba por oscurecerse hasta convertirse en algo parecido a un manchurrón de chapapote. Ve uno aparecer una gota de sangre en la pequeña pantalla y empieza a temblar de miedo. Es por ello por lo que la televisión, en modo vísceras y regueros sanguinolentos, apesta.
La cosa sucede así. Sin paños calientes y con pocos ‘spoilers’ que valgan, ya que nos han estado bombardeando con él todo el verano. ‘Los efectos que no conoces. La conducción y las drogas’: un amago de hípster, con cara de alelado, embarca a sus ‘compidroguis’ de ‘after work’ en un paseo por la ciudad y nos muestra lo que ocurre cuando uno se fuma el porro más caro del mundo. “Una pequeña decisión puede desencadenar consecuencias para todos”, nos advierte, muy chunga, la voz en ‘off’ del anuncio. Y Óscar, que así se llama el prenda, se la acaba dando y la lía parda. Bueno, parda no.
El ‘spot’, que parece haber sido rodado por un émulo desactualizado de Wes Craven, deja al espectador con la sensación de que le acaban de robar la cartera y con más miedo en el cuerpo que ni después de haber visto una versión documental de ‘Scream’. ¿Por qué tienen que convertir estos anuncios publicitarios en ‘snuff movies’? ¿Realmente está demostrada su efectividad (porque, que yo sepa, la gente sigue matándose del mismo modo en la carretera)?
Ahí va un ejemplo, de lo más cercano: mi padre falleció en un accidente de tráfico a principios de diciembre de 2001. ¿Os podéis hacer una idea de cómo me sentí aquellas navidades frente al anuncio ‘gore’ de turno? ¿Podríais calcular, aproximadamente, las veces que me cisqué sobre la copa del árbol genealógico del responsable de aquel encarnizado ‘spot’? ¿No? Enhorabuena entonces. Será que la cosa no os ha pillado de cerca, como debió de pillar, ¡y cómo!, a los familiares de accidentados en la carretera del año 1983 (aquella sí que fue, por lo visto, una cosecha sangrienta).
La sangre. ¡Ay, la sangre! Pero esto de tirar, a la primera de cambio, de vísceras e higadillos no es patente única de la ‘Disección Genegoreal de Traficut’. Os dejo con un GPS ‘telehorrorvisivo’ bastante subidito de rojo satén. Que os cunda:
Pozoblanco: 26 de septiembre de 1984. “¡Abra todo lo que tenga que abrir! Lo demás está en sus manos”, le ordenó, el torero, al cirujano de aquella plaza. Pero había poco que hacer. Francisco Rivera, ‘Paquirri’, fallecía por la cornada recibida del toro llamado ‘Avispado’. Su hijo, ‘Paquirrín’, me confesó años más tarde que no había podido ver, ni vería nunca, las últimas imágenes de la vida de su padre. Imagino que, en su lugar, cualquiera haría lo mismo. Al resto de España, por su parte, le tocó verlas repetidas, una y mil veces, por televisión…
Alcàsser: 13 de noviembre de 1992. Se abrió en España la veda del valetodismo ‘goreal’ y del periodismo higadillero tras el secuestro, violación, tortura y asesinato de Miriam, Toñi y Desirée, tres niñas de 14 y 15 años del municipio valenciano de Alcàsser. Recordar a una pizpireta Nieves Herrero durante aquella noche lúgubre en un plató improvisado en el epicentro de la tragedia, nos ayuda a situar en el mapa, con exactitud, el nacimiento de la Telebasura Española.
Puerto Hurraco: 26 de agosto de 1990. Ésta sí que fue de las gordas. Murieron 12 personas y hubo 12 heridos. Se les fue la mano, y las escopetas del calibre 12, a los hermanos Izquierdo aquella noche de finales de verano azuloscurocasinegro. Y los buitres televisivos, como era de suponer, también hicieron su agosto. Dejó una huella profunda entre los vecinos del pueblo, y no para enmarcar precisamente, una tal Margarita Landi, ¿os suena?
Niza: 14 de julio 2016. Al menos 84 muertos y 50 heridos críticos en un atentado islamista realizado con un camión durante los festejos del Día Nacional de Francia. Con imágenes de extrema dureza que solamente pudimos ver, aunque debidamente pixeladas, en La Sexta. El resto de las cadenas, con TVE incluida, decidieron pasar el tupido velo de la corrección catódica.
Sarasota: 15 de julio de 1974. Christine Chubbuck, presentadora de informativos de Sarasota (Florida), se quitó la vida en directo con una pistola. Sus últimas palabras fueron “De acuerdo con la política del Canal 40 de brindarles lo último en sangre y entrañas a todo color, están a punto de ver otra primicia: un intento de suicidio”. Aquella mañana, los espectadores del Canal 40 no pudieron disfrutar de la sección deportiva.
Fuente: El Español
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