Como suele ocurrir, el papel de la mujer en la Historia pasa desapercibido; si hablamos del mundo del motor, este segundo plano se acrecienta al tratarse de una de tantas esferas dominadas por hombres. En 1927 Clärenore Stinnes fue la primera mujer en dar la vuelta al mundo en coche; un siglo más atrás, en 1889, Genevra Delphine Mudge se convirtió en la primera mujer piloto y la primera conductora en tener un permiso de conducir en los EE.UU mientras que Mary Anderson inventó el limpiaparabrisas en 1904.
Otras historias tienen un trasfondo menos amable y la que ya os contamos de Violette Morris ejemplifica cómo las mujeres tienen que “disfrazarse” a veces de hombres para poder acceder a esferas fuera de su alcance. Este disfraz hoy en día no adopta un sentido literal; más bien simbólico: mujeres que para acceder al mismo nivel y no verse perjudicadas por su género han de adoptar un rol masculino y autoritario (tenemos como ejemplo a Angela Merkel). El caso de Morris va más allá: en 1922 se realizó una doble masectomía para entrar mejor en los pequeños habitáculos de aquellos coches y conducir con mayor facilidad.
La lista de historias y logros protagonizados por mujeres es tan extensa que nuestro artículo corre el riesgo de convertirse en una retrospectiva más que en un homenaje en particular, así que volvamos al punto central: Florence Annie Bridgwood, conocida por su nombre artístico como Florence Lawrence.
Su fecha exacta de nacimiento no está clara; se sitúa entre 1886 y 1890 (en Canadá). Considerada como la primera estrella mundial, forma parte de la historia del cine, pero también del automovilismo. Lawrence era una apasionada de los coches, por lo que empleó su fortuna en coleccionarlos y disfrutar de ellos. Y no sólo esto, también los modificaba.
La práctica al volante y su tenacidad la impulsaron a introducir en el diseño elementos de los que por entonces carecían los vehículos. Ideó entonces, en 1914, una especie de brazos que se montaban en el parachoques trasero y que al ser activados mediante un botón, se desplegaban para indicar qué dirección tomaría el coche. Parece una idea simple, pero sólo se le ocurrió a ella. Nacían así los primeros indicadores de cambio de dirección para coches: los intermitentes.
Seguidamente desarrolló una señal de freno en la que otro brazo con la palabra STOP escrita en el interior de una señal se desplegaba cuando el conductor pisaba el pedal del freno. Desgraciadamente, nunca patentó estos inventos, que fueron desarrollados por los fabricantes sin tener que pagar ni reconocer su idea.
Esta pionera falleció arruinada en 1938. Un año después, Buick comenzó a instalar de manera estandarizada indicadores de cambio de dirección en todos sus coches. Gracias Florence.
Fuente: Coches.com
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