En torno a 600 examinadores atienden a las 9000 autoescuelas y a sus alumnos en un país en el que el precio del carné varía entre los 450 y los 900 euros de media. Algunos estudiantes esperan durante más de mes y medio para poder examinarse.
Adrián espera a las diez menos cuarto de la mañana en el porche rojo de la entrada a la autoescuela Balmaseda. Es jueves y no acude a la clase práctica desde la semana anterior. Hace tiempo que está preparado para afrontar los veinticinco minutos de prueba que es preciso sortear con éxito para aprobar el carné de conducir. En los últimos tiempos, ya solo acude a la autoescuela de Arturo Soria (Madrid) una vez a la semana. “Me saqué el teórico en junio, antes de empezar la universidad. Dejé el verano libre y luego me puse a ello. Ahora si vengo todos los días me dejo una pasta...”. Comenzó las prácticas en el mes de noviembre y para diciembre ya estaba dispuesto a hacer el examen. Pero su profesor le veía verde y no se lo permitió. Ahora, meses después, cuando sí que está preparado de verdad, tiene que esperar porque no hay hueco para él.
Desde el mes de enero ya está disponible para hacerse con el carné de conducir, pero la lista de espera de la Comunidad de Madrid para examinarse hace que no pueda presentarse hasta como muy pronto, principios del mes de marzo. Como él, cada año alrededor de 500.000 jóvenes que han aprobado el teórico, según datos de la DGT, se preparan para el práctico en toda España. Son ellos los que hoy en día están sufriendo las consecuencias del atasco generalizado de las autoescuelas.
El colapso que sufren los alumnos de las autoescuelas madrileñas no es que se propague, es que se está reproduciendo de la misma manera en todo el país. Con algunas peculiaridades en las distintas provincias, pero algo que se lleva generalizando desde que la crisis comenzó a notarse en los hogares españoles. El problema es bien claro. Según los datos de la Confederación Nacional de Autoescuelas de España (CNAE) hay alrededor de 9.000 autoescuelas en toda España. Para atender a todos sus alumnos hay tan solo 600 examinadores en todo el país. “Pero no todos en activo: como en todas las empresas, hay bajas por enfermedad y otros que se van jubilando. Una cifra muy lejana a lo que había antes de la crisis, cuando había en torno a 1.000 examinadores”, explican desde la asociación.
EXAMINARSE CADA MES Y MEDIO
La situación es conflictiva en la mayoría de las Comunidades. La semana pasada, la Asociación de Pequeños Empresarios de Autoescuelas de Madrid convocó una manifestación frente a la DGT en la avenida de Arturo Soria, donde se encuentra la sede. El pasado lunes, 300 de las 700 autoescuelas de Sevilla se concentraron frente a la Subdelegación del Gobierno de la comunidad andaluza para protestar por los mismos motivos. A finales del pasado mes de diciembre, un centenar de autoescuelas reclamaron un aumento en el número de examinadores frente a la jefatura provincial de Tráfico de Granada. El próximo trece febrero hay convocada una manifestación para todas las empresas del sector en Ciudad Real.
¿Qué es lo que está sucediendo? José Miguel Báez lleva los últimos 27 años siendo el presidente de la Confederación Nacional de Autoescuelas. Él conoce como nadie las vicisisitudes, los puntos fuertes y los débiles de lo que ocurre en el gremio, más aun lo que está ocurriendo con la escasez de examinadores y las demoras en las fechas de examen. “Su plantilla ha disminuido en los últimos años. Muchos efectivos han ido cayendo por causa de las jubilaciones. Las plazas que han ido quedando vacantes no se han cubierto o se han cubierto a tal ritmo que la plantilla no ha dejado de disminuir. Sólo hay media docena de provincias en las que se examina con normalidad durante todo el año”.
Felipe Cogolludo, “Pipe” para los amigos, lleva casi diez años al frente de la autoescuela Balmaseda, una de las más antiguas de la ciudad. La fundó su padre en el año 66, también Felipe, un hombre de setenta años que esconde sus canas debajo de un elegante sombrero beige. Espera con los reporteros mientras su hijo aparca en la explanada. A su cargo tiene un total de 3.000 alumnos repartidos en los 14 puntos que la autoescuela tiene distribuidos por la ciudad. También ha hecho negocio en Malabo, la capital de Guinea Ecuatorial, donde abrió hace años una autoescuela con un antiguo compañero de la facultad. “Me dijo que por qué no la abríamos, que allí hacía falta una. A aquello nos ayudó el ministro de interior del país. Es una de las primeras de la zona. Cada mes y medio estoy por allá para supervisarlo todo”.
El negocio familiar construido por los Cogolludo es uno de los más grandes de Madrid en el mundo de las autoescuelas, pero tampoco se salva del colapso. Solo pueden incluir a sus alumnos en un examen al mes. Ha dejado de facturar un 15 % del total de sus ingresos. “Hace años -cuenta Felipe padre- los llevábamos a examinar cada semana. Ahora es diferente”. “Nos vemos obligados a que tengan una demora de más de un mes. Eso perjudica al proceso formativo. El alumno, evidentemente, no tiene tanto dinero para seguir manteniendo una clase diaria durante un mes. Y por eso vienen menos”, explica ‘Pipe’. El dato lo corrobora Báez a nivel nacional desde CNAE. “Incluso empieza a no ser extraño que lo haga cada mes y medio o dos, cuando lo normal sería que examinase cada semana. Para el ciudadano el trastorno es grave. El permiso le sale más caro porque deja de dar clases, ya que no sabe cuándo se va a examinar y no le sobra el dinero”. (Seguir leyendo)
Fuente: El Español
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