No son pocos los políticos condenados por conducir ebrios, haciendo suya aquella frase del expresidente sobre una campaña de Tráfico: "¿Quién me va a decir a mí lo que tengo que beber?"
El martes coincidían dos noticias relacionadas con la actividad de nuestros políticos. Por un lado, el Gobierno vasco ha aprobado un código ético de obligado cumplimiento para los cerca de 300 altos cargos del Ejecutivo y de las sociedades públicas con el objetivo de "recuperar la credibilidad y la confianza de los ciudadanos". Que deben andar quién sabe dónde. Por el otro, se conocían las condiciones a cumplir por la empresa que opte a cubrir el servicio de cafetería del Congreso de los Diputados. Bien. Al margen de lo que el ciudadano medio pueda pensar sobre el hecho de que los precios sean más baratos para sus señorías que en el bar de la esquina y que la diferencia la paguemos entre todos, sorprende conocer que dentro de ese templo de la democracia al que acuden a trabajar nuestros representantes puedan entregarse entre pleno y pleno (o durante) al gintonic, el whisky de 8 años, el Bloody Mary o el chinchón. Así, no es de extrañar que el exportavoz del Gobierno popular de José María Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, pise luego a fondo el acelerador envalentonado por las espirituosas, añorando quizá otros tiempos en los que ir a trabajar tenía un aliciente añadido. Su ex jefe Aznar lo expuso con claridad en 2007; fue durante un acto en el que le imponían la medalla de honor de la Academia del Vino de Castilla y León, cuando se le ocurrió hacer mofa de la campaña de la Dirección General de Tráfico en aquel momento: "Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente, no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás". La típica condescendencia con el alcohol que es frecuente escuchar en una taberna, pero que no suena tan normal en boca de un expresidente de Gobierno.
Lo peor es que algunos colegas parecen haber hecho suya esta máxima, sin tener conciencia clara de lo que implica su proyección personal y profesional. Lo dice Francisco Canes, el presidente de la Asociación de Víctimas de Accidentes de Tráfico DIA, sobre el último caso de político detenido por conducir ebrio, en este caso Miguel Ángel Rodríguez: "Cada vez que se pilla a un político o personaje público cometiendo una infracción de tráfico se echa por tierra el trabajo de muchas personas que a diario luchan por la seguridad vial". A estos llama "irresponsables" y afirma que "deberían ser los primeros en dar ejemplo". Rodríguez, que hoy es 'solo' un tertuliano aunque todo el mundo le relacione con su etapa de político, parece no entender las palabras de Canes sobre el asunto de la responsabilidad. Así, se apresuraba a insinuar el otro día que los jueces podían llegar imponerle una multa mayor "por ser famoso". Por cierto, chocó de madrugada contra tres coches aparcados y en la prueba de alcoholemia cuadruplicó el límite permitido, más que Elena Tablada, que 'solo' la multiplicó por tres. Claro que ella únicamente responde por ser la ex de Bisbal.
Como si nada hubiera pasado, esta misma semana volvíamos a ver a Rodríguez en 'Espejo Público', uno de esos programas donde los comentaristas analizan todo tipo de temas, como la corrupción de los políticos o el botellón entre los jóvenes. De hecho, de su boca salieron pocos días antes del 'incidente', estas palabras, en referencia a la marcha de chicos con talento a otros países para buscar trabajo: "Cuántos más jóvenes se marchen mejor. Volverán sabiendo que la vida no es un botellón". También hablaba y mucho contra este problema Nicolás Navarro, concejal de Juventud (PP) en Motril (Granada) y un cruzado contra el botellón. En 2009 fue multado por conducir ebrio. "Me parece una actitud lamentable e impropia de un político usar temas personales, porque ante todo somos eso, personas", dijo, cargando contra la oposición cuando ésta hizo público su 'desliz'. Aclaró además que el día que fue multado había estado trabajando en la organización de un congreso y que no había comido, lo que a su juicio había incrementado su tasa de alcohol. (Seguir leyendo)
www.elcorreo.es
El martes coincidían dos noticias relacionadas con la actividad de nuestros políticos. Por un lado, el Gobierno vasco ha aprobado un código ético de obligado cumplimiento para los cerca de 300 altos cargos del Ejecutivo y de las sociedades públicas con el objetivo de "recuperar la credibilidad y la confianza de los ciudadanos". Que deben andar quién sabe dónde. Por el otro, se conocían las condiciones a cumplir por la empresa que opte a cubrir el servicio de cafetería del Congreso de los Diputados. Bien. Al margen de lo que el ciudadano medio pueda pensar sobre el hecho de que los precios sean más baratos para sus señorías que en el bar de la esquina y que la diferencia la paguemos entre todos, sorprende conocer que dentro de ese templo de la democracia al que acuden a trabajar nuestros representantes puedan entregarse entre pleno y pleno (o durante) al gintonic, el whisky de 8 años, el Bloody Mary o el chinchón. Así, no es de extrañar que el exportavoz del Gobierno popular de José María Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, pise luego a fondo el acelerador envalentonado por las espirituosas, añorando quizá otros tiempos en los que ir a trabajar tenía un aliciente añadido. Su ex jefe Aznar lo expuso con claridad en 2007; fue durante un acto en el que le imponían la medalla de honor de la Academia del Vino de Castilla y León, cuando se le ocurrió hacer mofa de la campaña de la Dirección General de Tráfico en aquel momento: "Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente, no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás". La típica condescendencia con el alcohol que es frecuente escuchar en una taberna, pero que no suena tan normal en boca de un expresidente de Gobierno.
Lo peor es que algunos colegas parecen haber hecho suya esta máxima, sin tener conciencia clara de lo que implica su proyección personal y profesional. Lo dice Francisco Canes, el presidente de la Asociación de Víctimas de Accidentes de Tráfico DIA, sobre el último caso de político detenido por conducir ebrio, en este caso Miguel Ángel Rodríguez: "Cada vez que se pilla a un político o personaje público cometiendo una infracción de tráfico se echa por tierra el trabajo de muchas personas que a diario luchan por la seguridad vial". A estos llama "irresponsables" y afirma que "deberían ser los primeros en dar ejemplo". Rodríguez, que hoy es 'solo' un tertuliano aunque todo el mundo le relacione con su etapa de político, parece no entender las palabras de Canes sobre el asunto de la responsabilidad. Así, se apresuraba a insinuar el otro día que los jueces podían llegar imponerle una multa mayor "por ser famoso". Por cierto, chocó de madrugada contra tres coches aparcados y en la prueba de alcoholemia cuadruplicó el límite permitido, más que Elena Tablada, que 'solo' la multiplicó por tres. Claro que ella únicamente responde por ser la ex de Bisbal.
Como si nada hubiera pasado, esta misma semana volvíamos a ver a Rodríguez en 'Espejo Público', uno de esos programas donde los comentaristas analizan todo tipo de temas, como la corrupción de los políticos o el botellón entre los jóvenes. De hecho, de su boca salieron pocos días antes del 'incidente', estas palabras, en referencia a la marcha de chicos con talento a otros países para buscar trabajo: "Cuántos más jóvenes se marchen mejor. Volverán sabiendo que la vida no es un botellón". También hablaba y mucho contra este problema Nicolás Navarro, concejal de Juventud (PP) en Motril (Granada) y un cruzado contra el botellón. En 2009 fue multado por conducir ebrio. "Me parece una actitud lamentable e impropia de un político usar temas personales, porque ante todo somos eso, personas", dijo, cargando contra la oposición cuando ésta hizo público su 'desliz'. Aclaró además que el día que fue multado había estado trabajando en la organización de un congreso y que no había comido, lo que a su juicio había incrementado su tasa de alcohol. (Seguir leyendo)
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