La relación de actividades privadas que el Estado autoriza a sus funcionarios deja sorpresas y se convierte en todo un retrato sociológico del panorama laboral público en nuestro país. Los militares son los más activos.
ubo un tiempo en que ser funcionario era sinónimo de empleo seguro y salario digno de por vida. Hoy en día, después de años de crisis y recortes en los servicios públicos, trabajar para el Estado ya no es la ganga que nos habían vendido en el pasado.Un repaso a la lista de actividades privadas para las que los funcionarios solicitan autorización refleja que muchos trabajadores públicos completan sus ingresos – o satisfacen sus vocaciones - con empleos variopintos.
Los más inquietos fuera de su ámbito profesional público son los militares. De la relación publicada por el Portal de la Transparencia del Gobierno correspondiente a los tres primeros meses de 2015, que recoge más de 180 autorizaciones para ejercer actividades ajenas a la función pública, treinta han sido presentadas por miembros del ejército o la Armada. Hay peticiones para dedicarse a la venta de fruta, pescado o pisos; para ejercer oficios de todo tipo – cerrajería, fontanería -, para ser docente en una autoescuela, un centro de idiomas o una escuela de música; para trabajar en el locutorio Caramelo o en el bar vintage Mi Salita.
Pero la palma a la petición más peculiar se la lleva un subteniente del Ejército de Tierra destinado en Murcia que quiere dedicarse en sus ratos libres al montaje y disparo de espectáculos pirotécnicos en Alicante. También descubre talentos ocultos el cabo primero del Ejército del Aire de Sevilla que pide permiso para ejercer de protésico dental cuando no está de servicio.
Otra caja de sorpresas son los trabajadores de AENA, y en especial, los bomberos. Mientras que uno de ellos, destinado en Madrid, es un as de la acupuntura, otro se saca un dinerillo extra pescando angulas en Asturias. Entre el resto de empleados de la empresa pública que gestiona los aeropuertos, también en este caso hay profesores de música, camareros o agricultores. En Málaga, dos técnicos de programación y operaciones de vuelo podrán dedicarse a ser guías turísticos -por cuenta propia, eso sí. Otro (u otra) colega da rienda suelta en su tiempo libre a su vocación como interiorista en Palma de Mallorca.
Luego está el técnico superior del Instituto Nacional de Estadística de A Coruña que organiza eventos musicales. ¿Será por la tradición que aún tienen por allí las orquestas que giran por los pueblos? Los que sacan partido de su vena artística más allá de su trabajo para el bien público son los funcionarios del INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y Musicales), pero lo suyo es solo una continuación de su labor diaria: dar clases de canto o música, actuar como solista...
Un auxiliar administrativo de Hacienda profesor de Pilates, una cartera (de Correos) que completa sus ingresos como limpiadora, un auxiliar de autopsias accionista de una empresa de atención a personas dependientes, un ayudante de la mutua de los funcionarios (Muface) que ejerce de entrenador en el Atlético de Madrid, un ayudante de realización en RTVE con vocación de actor... la próxima vez que acuda a un organismo público piense que el funcionario que le atienda puede esconder un pequeño tesoro. (Información completa)
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