El manual de la autoescuela y las campañas de la DGT dejan claro que conducir
es una actividad peligrosa, pero pasado un cierto tiempo, todo el mundo termina
automatizándola en gran medida. Especialmente, si se toman medicamentos al
volante, cosa que un elevado porcentaje de los conductores reconoce hacer.
Pero lo más peligroso de este fenómeno es que muchos incurren en este riesgo de
manera del todo inconsciente.
Cuando uno se sube al coche de manera mecánica para desplazarse, puede dejar
de pararse a pensar si se encuentra en las condiciones óptimas para ello. En
todo caso, si se ha bebido, hoy lo más habitual es no conducir o, al menos,
hacerlo con cierto miedo a ser detenido en un control.
Pero casi nadie se pregunta si el tratamiento que está siguiendo para
mitigar los síntomas de una alergia o de un simple resfriado puede mermar sus
capacidades como conductor. En realidad, según la Agencia Española de los
Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), de los 11 principios activos de la familia de los
antihistamínicos, solo cuatro no entrañan ningún riesgo para conducir o
manejar maquinaria pesada. (Información)
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