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domingo, 1 de diciembre de 2013

La curva más cerrada

Manuel Ríos mide un metro y tiene graves malformaciones congénitas en sus extremidades. Este mes se va a estrenar como copiloto de rallies 

La curva más cerrada
La única limitación que reconoce Manuel Ríos Rial es su incapacidad para atarse los zapatos y cortar un bistec. En todo lo demás se declara autónomo al cien por cien. Impresiona escuchar esta afirmación en boca de este coruñés de apenas un metro de altura y graves malformaciones congénitas en sus cuatro extremidades mientras sube las escaleras de granito de su casa en la barriada de Oroso, cerca de Santiago de Compostela. El próximo fin de semana subirá un peldaño más en la lucha que mantiene casi desde que nació (el mes que viene cumplirá 34 años) para que «el único que me pueda decir 'no' a algo sea yo mismo. Nunca los demás». Los días 23 y 24 de noviembre, Manuel Ríos se estrenará como copiloto en el Rally Comunidad de Madrid, incluido en el campeonato nacional de asfalto.

El entusiasta mundo de los rallies gallegos conoce bien a Ríos, un chico al que el olor a gasolina y los rugidos de los motores le cautivaron desde que era un adolescente. Tanta era su pasión que, en cuanto cumplió 18 años, se presentó en la delegación de Tráfico de A Coruña para solicitar su carné de conducir. Cada negativa era respondida con una nueva visita a la semana siguiente. «Al final me compré mi coche, lo preparamos y lo ofrecí para que me dieran las clases en la autoescuela», recuerda. Era tal su entusiasmo que los responsables de Tráfico no supieron decirle que no. El respondió sacando todas las pruebas, incluida la de conducción, a la primera.

Desde muy niño, Manuel destacó por su positividad. A su madre ya le advirtieron antes de nacer de que aquel no era un embarazo normal. «Como fue de nacimiento -reflexiona él- no me detuve en lamentaciones de por qué me había tocado a mí. Volqué mis esfuerzos en buscar soluciones a mis problemas». Nunca se sintió rechazado y, desde crío buscó ser uno más a pesar de que podría pasar por lo que él llama con sorna gallega «un minusválido muy minusválido». En el colegio, si los demás debían correr 30 metros, él hacía 15. Pero los hacía. Con este espíritu finalizó sus estudios de Administración y un módulo de informática que ahora le permiten vivir de su sueldo en un centro ocupacional de Santiago. (Información completa)

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