LO primero que me dijo mi padre cuando le enseñé el permiso de conducir —rosa e inmaculado en sus inicios— fue que “a ti lo que te han enseñado ha sido a aprobar un examen. A conducir aprenderás ahora”. Y ni corto ni perezoso me metió por las más intrincadas calles del casco antiguo, en esas esquinas en las que el uso del medio embrague se torna un ‘arte’ esencial. “No te han enseñado mal”, sentenció tras aparcar a la vuelta. Muchas veces pienso que estos duros años que estamos padeciendo guardan ciertas similitudes con esta historia que les he contado. Creo que Europa, el mundo en suma, nos están sometiendo a un examen. Con muchos sacrificios lo vamos aprobando, lentamente como los malos estudiantes, pero tengo mis dudas sobre si una vez que tengamos en la mano el carné de país solvente no nos volveremos a volver locos. Espero que esta lección, tan dura y cruel, no se nos olvide jamás.
Manuel Moure / Jerez
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