«Conducir es un acto complejo», advierte el vicepresidente del Real Automóvil Club Vasco Navarro (RACVN), que con la experiencia «automatizamos» y terminamos repitiendo casi «sin pensar». Es precisamente cuando «banalizamos» la conducción cuando aparece el peligro. «Requiere de toda nuestra atención, escribir en el teléfono y conducir a la vez, por ejemplo, es una locura». Los agentes de Tráfico y patrulleros en general ven a diario en la carretera conductas sancionables, algunas hasta temerarias, como fue el caso del conductor imputado el pasado fin de semana por manejar el volante en estado de embriaguez y mientras su acompañante le hacía una felación. Una patrulla de la Ertzaintza les sorprendió en la carretera de La Avanzada, y el automovilista fue acusado de un delito contra la seguridad vial y sancionado con una multa de 500 euros y seis puntos de retirada del carné. Estas son algunas de las locuras al volante que se ven en nuestras carreteras.
En ocasiones, quien comete la imprudencia no es el conductor, sino el copiloto. Una patrulla de la Policía Municipal de Barakaldo se cruzó con un vehículo en el que el joven que ocupaba el asiento delantero derecho les hizo lo que se conoce como ‘un calvo’: se bajó los pantalones y les enseñó las posaderas. En realidad, el Código de la Circulación no recoge una infracción similar, pero los policías detuvieron el vehículo y multaron al individuo por no llevar puesto el cinturón de seguridad. En esta misma localidad, concretamente en el barrio de Cruces, a la altura del colegio de los Salesianos, un conductor iba fumando con la ventanilla bajada, con tan mala suerte que cuando lanzó la colilla fue a estamparse en el parabrisas de la luna delantera del vehículo policial. Lo que probablemente no imaginaba es que su conducta iba a ser sancionada con una multa de 200 euros y 4 puntos.
El año pasado, agentes de la Policía Municipal de Bilbao establecieron un control del uso del teléfono móvil al volante junto al museo Guggenheim, debajo del puente de La Salve. Un agente se apostaba en un punto para seleccionar los vehículos que debían parar sus compañeros y les indicó uno. Cuando el policía se asomó, descubrió que junto al conductor se sentaba una mujer que iba dando el pecho a su bebé en marcha. Los agentes aplicaron a la mujer una multa de 200 euros por no llevar al crío como indica la normativa, con el sistema de retención infantil. No hacerlo entraña un grave riesgo para el pequeño de salir despedido en caso de frenazo. Además de la sanción, la madre y el bebé tuvieron que apearse del coche al no garantizarse la seguridad del menor a bordo.
Parapléjico por un móvil
El siguiente caso, que se produjo hace diez años en el monte Artxanda, resultó mucho más dramático. Un agente de la guardia urbana que andaba en bici fue atropellado por una conductora que circulaba hablando por el móvil. El ciclista quedó parapléjico y desarrolló una enfermedad degenerativa que ha terminado por costarle la vida recientemente. Está demostrado que tanto la influencia de bebidas alcohólicas como usar el móvil provocan la pérdida de atención en la conducción y retardan la capacidad de reacción del piloto. Sin embargo, son dos de las infracciones más habituales.
«Cada uno puede hacer con su vida lo que quiera, pero ¡poner en riesgo la de otros!». Rosa Trinidad, portavoz de la asociación Stop Accidentes, que sufrió en carne propia una de esas locuras al volante al perder a su hijo Enaitz atropellado por un conductor que había bebido y que luego le reclamó los daños en el vehículo, está convencida de que la «educación» es la vía para «sensibilizar» a la sociedad, por lo que la seguridad vial debería ser una «asignatura obligatoria en los colegios». Víctimas de tráfico participan en los cursos de reeducación de conductores que han perdido los puntos ofreciendo sus desgarradores testimonios. «Ver el sufrimiento que pueden provocar les hace reflexionar». Trinidad advierte además de que «muchos infractores son reincidentes» y lanza un llamamiento a «los legisladores y los jueces para que se paren a pensar».
Las cámaras de los helicópteros de la Dirección de Tráfico han llegado a grabar a conductores fumándose una base de heroína o a mujeres pintándose las uñas mientras conducen, ejemplos ambos de malabarismo acrobático que pueden encontrarse en internet para escarnio público.
Un guardia civil destinado en un Destacamento de Tráfico recuerda el caso de un camionero que estuvo tres días parado en un área de descanso por alcoholemia. Un ‘Seat Ibiza’ alertó a una patrulla de que tras él circulaba un camión «de lado a lado». Era una nacional con un único carril para cada sentido. La patrulla se dirigió a su encuentro. Cuando pararon el camión y sometieron al conductor a la prueba de alcohol, confirmaron que se encontraba bebido, por lo que le impidieron que continuase ruta hasta que no se le pasaran los efectos. Los guardias regresaron al cabo de unas horas para comprobar si ya se encontraba en condiciones de reanudar la marcha. Ante su sorpresa, la tasa no sólo no había bajado sino que era aún más alta. El chófer les confesó que había seguido bebiendo en el bar de la gasolinera. En la siguiente ocasión que le hicieron soplar aún continuaba dando positivo. Los conductores en general no pueden manejar un vehículo con una tasa de alcohol superior a 0,25; en el caso de los camioneros, el índice baja a 0,15 miligramos de alcohol por litro de aire espirado.
Una furgoneta con matrícula francesa conducida por un súbdito portugués iba dando bandazos por una nacional hasta tal punto que generó una cola de turismos y camiones que no se atrevían a adelantarle. Cuando los motoristas del instituto armado le dieron el alto con la orden de que se detuviera en el arcén, de lo afectado que se encontraba, el conductor no fue capaz de orillarse y se paró en mitad del carril. En opinión de Murguía, los policías tienen una «gran responsabilidad». Deben desempeñar un «rol educador», una «tarea incómoda pero que les va en el sueldo». (Información)
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