Una crisis establece prioridades. Y en la crisis en la que estamos inmersos, cada vez con dificultades más evidentes y con necesidades perentorias y acuciantes que satisfacer, aún se hace más notoria esta máxima inevitable: el punto de mira está puesto en asegurar lo imprescindible. Sin embargo, se dejan de lado circunstancias que afectan a nuestra vida cotidiana. El tráfico rodado es uno de estos temas, un efecto colateral de la crisis contra el que es preciso combatir con prevención.
El parque de vehículos envejece progresivamente, los conductores no pasan como es debido la inspección y se tiende a ahorrar en el mantenimiento. ¿Las consecuencias? Una mayor siniestralidad. Se percibe un aumento de los accidentes que son fruto del mal estado en que se encuentra el vehículo, con ruedas gastadas, falta de cuidado en los niveles de agua y aceite, baterías bajo mínimos, y fallos mecánicos en general, problemas, todos ellos, que tendrían solución y que no ocasionarían desenlaces fatales, si se hubiera practicado la revisión preceptiva. Es cierto que circulan menos coches, pero crece el número de los que son de segunda mano, que necesitan, más que los nuevos, pasar por el taller.
Ahorrar es bueno y necesario, pero sin que ello afecte a nuestra seguridad. (Noticia)
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