A la juez le ha parecido "poco creíble" el testimonio del conductor que ante una prueba de alcohol positiva alegó que se puso a beber por el estado de nerviosismo que le provocó que en el centro de salud no atendiesen al corzo herido que acababa de recoger en la carretera. Lo condena como responsable de un delito contra la seguridad del tráfico por conducir bajo los efectos del alcohol y le impone una multa de 1.920 euros y la retirada del carnet durante 1 año y 4 meses. Sostiene la juez que la versión del acusado "de por sí, resulta difícil de concebir. Si extraño es que uno lleve una botella de licor café en el vehículo, más aun que, siendo poco más de las 8 de la mañana se le dé por ingerirlo en cantidades tales" como para triplicar la tasa. El acusado admitió que bebió pero negó que llegase a conducir.
Ocurrió el 25 de agosto de 2011 en Viana do Bolo, pero entre el relato de los hechos que realizó el acusado y las declaraciones de los agentes de la Guardia Civil, la juez no tiene dudas y se queda con la versión de la autoridad. Explica la magistrada que a los agentes, "por razones más que obvias, se les otorga mayor credibilidad, pues declaran conociendo las obligaciones de su cargo, entre las que está decir la verdad, a diferencia del acusado, sobre quien no pesa dicho deber".
Así, la sentencia se fundamenta, "sin albergar duda alguna", en el testimonio de estos agentes y da por hecho que cuando Ángel Manuel llegó al centro de salud de Viana do Bolo con el corzo "ya lo hacía bajo la negativa influencia del alcohol previamente ingerido". Y no solo esto, "estando ya los agentes en el lugar, el acusado intentó de nuevo incorporarse a la circulación, llegando a conducir durante unos metros". Todos los testigos aseguran que arrancó el vehículo, y "qué sentido tiene que uno arranque el motor si no es para irse", se pregunta la juez.
La presencia de la Guardia Civil en el lugar fue requerida por personal del centro médico que comunicó que el acusado estaba "alterando gravemente el orden público". Estaba nervioso porque no querían prestar asistencia sanitaria al animal que se había encontrado en la carretera cuando regresaba de hacer unas fotografías. Eran las 8,30 de la mañana y los agentes tardaron 10 minutos en llegar. Se encontraron a un hombre "muy alterado" al que intentaron calmar y hacer entrar en razón, explicarle que el corzo no podía ser atendido en un centro de salud. Según refleja la sentencia, ya apreciaron en ese momento "síntomas evidentes" de que el acusado había bebido y además se comportaba de forma anormal abrazándose al animal e incluso llegando a dormirse pegado a él. Pretendía coserle él mismo con aguja e hilo e insistió en llevárselo. Fue entonces cuando los agentes le dijeron que no podía conducir en ese estado y que debía esperar a que llegase alguien del Centro de Recuperación de Animales para recoger al corzo. Uno de los agentes declaró ante la juez que el acusado arrancó el vehículo y llegó a moverlo unos tres o cuatro metros, si bien él le impidió que llegase a incorporarse a la circulación.
Ninguno de los cuatro agentes que intervinieron vieron al acusado beber durante ese tiempo ni encontraron la botella. Tampoco los testigos. La juez concluye que no existe ninguna prueba de fiabilidad incuestionable, más allá de la versión del acusado, que permita aseverar que bebió después de llegar al centro médico. Si para la juez el testimonio del acusado resulta "poco creíble", más "inverosímil" le parece aun el hecho de que hubiese bebido a escondidas de todos. Destaca que el suceso causó revuelo, que allí había gente y que incluso los agentes estuvieron todo el tiempo muy pendientes de él. Pero nadie lo vio beber.
Siendo así, la juez "necesariamente" considera que la ingesta fue previa. En cualquier caso, la sentencia deja claro que ya el hecho de que hubiese intentado irse, llegando a circular unos metros, "es más que suficiente para entender perpetrado el delito, al menos en grado de tentativa". (Información completa)
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