Si va usted conduciendo tranquilamente por la carretera y le adelanta un aspirante a Nuvolari a más de 200 kilómetros por hora, existen bastantes probabilidades de que sea un futbolista. Si se llega a picar con él —no lo intente, dé ejemplo—, si por otra parte le alcanza porque al figura le ha dado por reducir su tendencia al delirio, o se lo topa en una cafetería de camino, pídale un autógrafo si quiere. O mejor llame a la Guardia Civil de Tráfico y denúncielo sin pensárselo. Aunque existen muchas posibilidades de que vuelva a reincidir.
Fútbol, fama y velocidad van a menudo por la vida penosamente tendidos de la mano. También el capricho, la absurda pero cada vez más permisiva sensación de sentirse infalibles y la euforia. En un momento de indiscutible buena racha para el Real Madrid, Karim Benzemá, con 25 años y un serio currículo de enfant terrible, ha sido sorprendido por los radares a 216 kilómetros por hora. Fue de madrugada y camino a su casa de Pozuelo, algunos creen que compitiendo con algunos de sus compañeros de equipo. Días después, a Marcelo le pararon también por pasarse de la raya y le sorprendieron conduciendo sin puntos. (Leer más)
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