La velocidad en el automóvil es un grave problema en la sociedad española que se agrava cada día y al que hay que buscar una solución. La Dirección General de Tráfico habla siempre de la velocidad como una causa recurrente en los accidentes y algo de razón tiene. Un coche que está parado nunca tendrá un accidente de tráfico. Es el movimiento del coche, y por ello su velocidad, el causante de un accidente.
Cuando un coche atropella a un peatón, sin duda es la velocidad la culpable, porque si el coche hubiera circulado más despacio no habría llegado a atropellarle. Cuando un coche aborda una curva y se sale, sin duda es porque no iba a la velocidad adecuada para la curva, o para el estado del asfalto o para el nivel de atención del conductor en ese momento. Y si hablamos de un choque por alcance con el coche de delante está claro que es una velocidad inadecuada.
Pero otra cosa muy distinta es la velocidad máxima legal. Cuando la DGT dice en sus anuncios que “no podemos conducir por usted” es cierto, pero lo intenta cada día. Poner en una autovía de dos carriles, y se supone que en buen estado, un montón de señales de limitación a 100, o a 90, o incluso a 80 km/h, es querer conducir por nosotros.
Un conductor que se sienta al volante de un coche debe ir pendiente de muchas cosas para intentar hacerlo bien, para no poner en peligro la vida de los demás y llegar a su destino. Poco a poco la DGT ha conseguido que el conductor no se aplique en la conducción sino que lo único que hace es estar pendiente de las señales y, sobre todo, de los radares. (Seguir leyendo)
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