Los últimos atropellos mortales de ciclistas han dejado en la ciudad la huella visual de vehículos pintados de blanco a semejanza de otras grandes capitalesç
Bicicleta instalada junto al túnel de Puerta de Toledo en memoria de un ciclista arrollado en mayo. / CRISTÓBAL MANUEL |
Si un paseante va por Madrid y ve una bici blanca encadenada a una valla o a un árbol y junto a ella un pequeño cartel, quizá no repare en ella. O no le dé mayor importancia. Pensará que su dueño es un celoso de la propiedad que ha tomado todas las precauciones posibles para que no se la roben. La realidad es bien distinta. La capital se está sumando en los últimos años a un movimiento activo en otras grandes ciudades del mundo que trata de denunciar con estas bicicletas fantasma las muertes de ciclistas en las que se han visto involucrados vehículos de motor. Hasta el momento, son al menos tres las máquinas varadas en Madrid por este motivo.
La idea de las llamadas en inglés ghost riders o ghost bikes tiene su aparente origen en San Louis (Missouri, Estados Unidos) en octubre de 2003. Se le atribuye a Patrick Van Der Tuin, quien colocó la primera bicicleta pintada de blanco en el bulevar Holly Hills tras asistir como testigo al atropello mortal de un deportista que circulaba por un carril-bici. A partir de ahí, la idea fue extendiéndose hasta colocar en la ciudad más de 15 bicis fantasma. De Missouri se expandió a otros estados y a otros países.
La primera vez que se colocó una de estas máquinas blancas en Madrid fue a raíz de un atropello ocurrido el 19 de marzo de 2010 en el que murió un ciclista de 17 años. El accidente se produjo en la confluencia de la avenida de Andalucía con la calle de Alcocer, en el distrito de Usera a las 21.30. El conductor de un turismo arrolló a dos ciclistas. La peor parte del golpe se la llevó Matías, un joven de 17 años que sufrió graves contusiones en todo el cuerpo y entró en parada cardiorrespiratoria. (Información completa)
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