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domingo, 29 de noviembre de 2015

El kamikaze, una curva y la madre del muerto

Sergio conducía borracho y en dirección contraria cuando embistió a un vehículo y acabó con la vida de un hombre. Jeanne -presidenta de Stop Accidentes- perdió a su hijo a manos de un conductor como Sergio. Esta conversación fue sin 'air bag'. Un viaje con destino. La amortiguación segura de la palabra.

Después de pasar todo el día bebiendo cantidades ingentes de alcohol desde por la mañana, Sergio apuró el último trago, cogió el coche de madrugada y mató a un hombre mientras conducía borracho en dirección contraria. Era el día de las novatadas en la universidad.

Después de pasar todo el día cocinando ingentes cantidades de alimentos desde por la mañana, Jeanne se dio un paseo, regresó a casa y recibió una llamada de la Guardia Civil en la que le dijeron que su hijo había muerto, más o menos del mismo modo en que Sergio mató. Era el día de Año Nuevo.

Y para una madre huérfana de hijo también fue el último.

Escucharlos hablar sentados el uno frente a la otra -como frente a un espejo en que se ve lo que no quieres ver, como frente una imagen que te araña- es una experiencia sociológica, periodística y extraña. Ese duelo del far west -necesario, a solas, contra uno mismo- donde no hace falta disparar para saber que hay demasiados muertos.
Un día 'precioso'

Jeanne Picard: Mi hijo murió el 1 de enero de 2000. Salió muy temprano al campo a ver unos pájaros, porque él era ecologista convencido. Y se cruzó con uno que venía de pasar el fin de año. Murió en el instante. Fue embestido brutalmente. El presunto culpable se salvó. Mi hijo tenía 33 años. Era educador social, llevaba años buscándose la vida. Justo el día de Navidad le dijeron que le iban a hacer un contrato. Iba a ser el primer contrato de su vida. Nunca llegó a empezarlo.

Pregunta.- ¿Cómo te enteraste?

J: Fue una llamada de la Guardia Civil. El día de Año Nuevo. El accidente fue a las seis de la mañana y la llamada fue a las cuatro de la tarde... Yo acababa de comer. Volvíamos de un paseo. Era un día de sol precioso. El día de cambio de siglo, ¿quién no se acuerda? Estábamos paseando por la playa allí en Galicia. Acabábamos de volver y hubo esa llamada. Cogí el teléfono. Me preguntaron: «¿Está su marido?». Y yo dije: «Sí». En el momento en que le pasé el teléfono y vi su cara ya entendí que algo había pasado. No hizo falta más... Hay un grito que te sale: «¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué a él?».

P.- Sergio, tú mataste a una persona conduciendo. ¿Qué recuerdas de aquel día?

Sergio: Fue después de una clase en la universidad, en 2013. [Las manos de Sergio son un amasijo de dedos crispados. Durante todo este relato mirará a la mesa sin levantar la mirada]. Nos fuimos a echar un partido de fútbol. Y después del fútbol nos fuimos a tomar unas cervezas. Era el día de las novatadas. Comienzos de curso. Acabadas las cervezas dijimos que cómo no íbamos a ir a la fiesta. Cogimos el coche rumbo allí. Bebimos durante toda la noche. En un principio me iba a quedar a dormir en casa de un amigo. Pero luego ya no. No sé a qué hora salí. El local lo cerraron a las seis de la madrugada y yo esperé un rato antes de conducir. El accidente debió de ser a las siete. Había bebido. No estaba bien. Pero decidí coger el coche. Solo. Con 24 años. Acabé en sentido contrario por la autovía. Desde que cogí el coche ya no me acuerdo de lo que pasó...

P.- ¿Y qué es lo próximo que recuerdas?

S: Cuando me despierto. A eso de las diez de la mañana. Estaba en el hospital. No recuerdo nada más. Hay un vídeo en el que se ve que me dan las luces y yo contesto dándolas también. Como si fuera consciente... El resultado del accidente fue una colisión frontal. [El chico se calla un instante. Como si así valiera. Pero como se hace un silencio espeso, sigue]. Y, bueno, el hombre que iba en el otro vehículo falleció... Iba tranquilamente conduciendo... Seguramente a trabajar... Y se encontró un vehículo que iba en sentido contrario... El mío, que chocó frontalmente contra él... En el caso de que la muerte de alguien fuera justa, te planteas que hubiera sido más justa tu muerte... Porque un señor que iba tranquilamente a trabajar muera porque un niñato coja el coche borracho...

P.- ¿Qué sabes de ese hombre?

S: Tenía 50 años. Tus seres queridos te intentan consolar de algún modo. Te dicen que no tenía hijos, que no estaba casado... Pero eso da igual. Tú sabes que has quitado una vida. Que tiene familia. Hermanos... [O Sergio es alérgico a los olivos -hablamos junto a uno de ellos en torno a una mesa de un parque- o está a punto de llorar]. Tardas mucho tiempo en asimilarlo. Yo no sé si todavía me he perdonado. Si para mí es difícil no me quiero ni imaginar cómo es para personas como Jeanne...

J: Te dicen que con el tiempo pasará o estarás mejor. Y no. El tiempo puede traer algo de consuelo. Pero, a pesar de que han pasado 15 años, yo tengo presente a mi hijo cada momento. De lo que me queda de vida. El tiempo ayuda a aprender a vivir de otra manera. A aprender a vivir con lo que está pasando. Pero que nadie nos diga que con el tiempo ya pasará.

S: Tu vida cambia. Yo estuve ocho meses en prisión preventiva. En Ocaña. Reflexionas mucho. Cuando salí de la cárcel me sentía un poco mejor. Porque de algún modo, ya ves, piensas que has pagado algo por lo que has hecho... [Más silencios. Más manos crispadas. Más miradas hacia abajo]. Pero cambiar mi vida, no. Pasé mucho tiempo sin beber. Pero mi vida sigue igual... Te dicen: «Qué mala suerte, le puede pasar a cualquiera». Pero no es así: «Se podría haber evitado».

J: No son accidentes. El problema es cuando te dicen: «Se puede evitar». Por que de ahí nace la impotencia, la rebeldía. Se podía haber evitado. ¿Qué hemos hecho entonces en la sociedad para evitarlo?

[Lo suponíamos. Sergio no es alérgico a los olivos]
La excursión

P.- ¿Qué dicen las cifras?

J: Detrás de la cifras están las personas, las familias. Así que para mí las cifras son falsas entre comillas. Es verdad que el Gobierno anterior cambió la ley, el Código Penal, puso más controles... Y todo eso ha permitido rebajar la siniestralidad. Al año en España hay en unos 1.800 muertos en carretera. Hace 15 años había casi 6.000... Si Sergio hubiese recibido en el colegio más concienciación, más educación cívica, más educación de convivencia... Todos estamos en riesgo desde que salimos de casa. Esa conciencia no la tenemos.

P.- ¿Cómo fue tu paso por prisión?

S: Yo había estado de excursión en la cárcel. En una asignatura de derecho penitenciario. Unos años antes de quedar preso. Cuando estaba terminando Derecho. Lo más duro cuando entras es ver que tus padres se quedan llorando, desconsolados en el juzgado. Ellos no tienen culpa. Tú sí, pero ellos no. Porque te han educado de la mejor manera posible.

J: Como madre, recuerdo cuando estábamos en el hospital esperando el atestado del forense. Durante horas. Se me acercó una enfermera a darme una pastilla. Yo quería vivir las emociones que me tocaban vivir. Pero hay gente que necesita tratamiento. Dramas tremendos: el marido de una de nuestras delegadas se suicidó hace un año. Porque no aguantó la muerte del hijo único.

P.- ¿La culpabilidad siempre está ahí?

S: Bueno, esto es para siempre. La víctima sufre las consecuencias graves. Pero el que lo hace queda marcado para siempre. Piensas diariamente en ello. Diariamente sales a la carretera. Casi diariamente ves noticias de fallecidos.

J: El problema de la justicia, cuyo juicio te tocará pronto, es que no acaba de hacer justicia.

S: ¿Y qué es la justicia, Jeanne?

J: Claro. ¿Qué es la justicia? Para mí la justicia debe ser reparadora. Y preventiva. Educadora. Reeducadora para el que se ha reconocido culpable. Ahora tenemos una justicia de absoluta impunidad... Cuántas veces hemos ido a juicio y hemos oído al abogado defender lo indefendible. Vienen a decir que el alcohol lo había tomado otro. Para intentar que no vaya el culpable a la cárcel. Y, después, ¿cómo se quedan las víctimas? (Seguir leyendo)

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