«Fue el servicio más duro y más largo». La frase, de uno de los guardias civiles que colaboraron en el dispositivo de emergencia del accidente del tren Alvia, resume la generosa intervención de las personas que forman parte de los servicios locales, autonómicos y estatales que lo dieron todo para salvar la vida de decenas de personas que viajaban en el maldito tren de Angrois. Policías, médicos, bomberos, enfermeros, técnicos de alertas, psicólogos, guardias civiles... Son funcionarios. Una clase laboral continuamente en la diana, excepto cuando ocurre una tragedia como la de la curva de A Grandeira, cuando esos trabajadores doblan turnos, cuando ofrecen su ayuda en plenas vacaciones y cuando se presentan en hospitales para prestar. En la zona cero de Santiago se presentaron funcionarios que estaban haciendo turismo y que creyeron que su trabajo era su deber. Como lo era el del bombero fotografiado rescatando en sus brazos a una niña que sale del infierno, y el del policía nacional que consolaba anoche a una hija ya huérfana a las puertas del hospital. Ayer escuché en una radio a una pasajera emocionada relatando su propia tragedia dentro del vagón: «Me salvó un bombero», exclamó. «Me salvó un funcionario», quería decir.
JOSÉ MANUEL PANwww.lavozdegalicia.es
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