Pere Navarro en Rabat hace unas semanas. / CLAUDIO ÁLVAREZ |
Fue la aldea gala de Astérix y Obélix, el último reducto del Gobierno de Zapatero. Pere Navarro (Barcelona, 1952), director general de Tráfico durante casi ocho años, sobrevivió hasta siete Consejos de Ministros en los que el nuevo Ejecutivo de Mariano Rajoy fulminaba cada viernes a los hombres de Zapatero para colocar a los suyos. Finalmente, en febrero de 2012, cuando ya se especulaba incluso con lo nunca visto, que conservase el puesto en un Gobierno de signo contrario, le llegó el turno. Se fue como casi nunca se van los cargos políticos, con elogios del nuevo ministro del Interior, y la sucesora María Seguí prometiendo "seguir sus pasos" en lugar de anunciar, como es habitual en un cambio de Gobierno, borrón y cuenta nueva. Hoy, el más mediático de los directores de Tráfico, el que metió la seguridad vial en la agenda política y redujo el número de muertos en carretera de 4.000 a 1.479 al año, vive en Rabat y lleva una vida muy distinta, alejada de los focos.
— “¿Has visto? Tenemos un famoso en la embajada”, dice uno de los diplomáticos españoles en Rabat mientras le da unas cariñosas palmaditas a Navarro, desde hace nueve meses consejero de empleo en la Embajada de España en Marruecos. Navarro agradece el cariño, pero está incómodo con el cumplido. Este ingeniero industrial, exgobernador civil de Barcelona y de Girona e inspector de trabajo, pudo elegir entre Rabat y París como nuevo destino. “Hay amigos míos que piensan que venir a Marruecos ha sido un castigo. ‘Pero Pere, con la proyección que tú tenías’, me dicen... Yo vine aquí porque creo que eres viejo cuando pesan más los recuerdos que los proyectos, y no quería convertirme en una de esas personas que están siempre hablando de lo que han sido, de lo que han hecho. Elegí Rabat porque pensé que iba a descubrir mucho más aquí”. (Entrevista completa)
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