Angustia por la autonomía (o range anxiety si lo prefiere en inglés): dícese del miedo a quedarse tirados porque al coche no le queda suficiente combustible para llegar al destino. Se aplica, sobre todo, a los eléctricos.
Carreteras eléctricas: posible remedio para el síndrome anteriormente descrito, todavía en fase de pruebas aunque su principio de funcionamiento es bien sencillo. El automóvil, en lugar de moverse sólo con la energía almacenada en su batería, lo hace también con la electricidad que le suministra la propia carretera a medida que se desplaza sobre ella.
El último ensayo clínico lo acaba de lanzar el Gobierno del Reino Unido, a través de la empresa pública Highways England encargada de las autopistas y principales carreteras del país. En el proyecto también se han involucrado fabricantes como Renault, BMW y Scania. La idea es que comience antes de que acabe el año y se prolongue 18 meses.
Las pruebas no se llevarán a cabo en vías abiertas. Se construirán tramos ex profeso, pero con todas las características de una autopista. La fórmula escogida no contempla una conexión física entre la vía y el vehículo como usan Alstom o Siemens (ver apoyo), sino que la transferencia de electricidad se produce de forma inalámbrica, por inducción.
No es una fórmula novedosa. Hace ya más de un siglo que Nicola Tesla la planteó y, de hecho, en Corea del Sur existe desde 2013 una ruta de 12 kilómetros para autobuses de transporte público que reciben la electricidad en marcha. En el propio Reino Unido, en Milton Keynes, se han instalado puntos de recarga inalámbrica para estos vehículos, aunque tienen que estar parados. No tardando mucho, habrá automóviles que ofrezcan esta última posibilidad, que ya se ha empezado a implementar para una tarea tan sencilla como recargar el teléfono móvil.
Los retos de las carreteras eléctricas inalámbricas, en cambio, son muy superiores.
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